Tormenta vestida de primavera

Buenos días.
Soy tormenta
vestida
de primavera.

Soy caos
oscuridad y luz sin rumbo.
Viento fuerte que golpea
hace mella y no mata.

Soy lo peor que conozco
y la mejor versión de ello.

Nunca subestimes
mi venganza...

Está entre las rendijas
de las hojas secas
que crujen
cuando las pisas.

Está en cada espacio
retorcido que estuvimos
donde el aire se acorta,
se hace liviano
te falta
y suspiras
para llenar el vacío
porque sientes morir.

Está en los cohetes,
en los luceros.
En el polvo de estrellas
que llega a tu puerta
cuando estás cansado.

En esa pared,
en esa mesa,
en ese sillón...
en el olor que dejé
impregnado para siempre
en tu mente
como sello.

Sigilosamente
se desliza mi vindicación
entre los nefastos
botes de acuarelas,
entre las flores,
entre canciones.

Ahí donde sientes que no estoy,
ahí donde te das cuenta
que mejor hubiera sido yo.
Ahí en el tema que no pudiste conversar,
ahí en la crítica que necesitas,
en la risa que hubiera sido
medicina
a tus huesos.

En el cabello despeinado
que verás en la calle
y creerás que es mío.

En el alma acongojada
que tendrás por las noches.

Ojalá recuerdes,
cuando no tengas cómo hablarme,
alguno de los besos que nos dimos
en esa casa que no es tuya
ni mía
y que tantas veces
hicimos nuestra.

Esta es mi revancha,
mi resarcimiento:
la nostalgia,
el dolor,
la mención de mi nombre
cuando menos lo esperes
y que te caiga como látigo
en lo profundo de tus entrañas
y me necesites de nuevo
y no esté.

Ojalá el pesar
te carcoma en las noches,
te despierte en las madrugadas,
ojalá tus ojos sean testigos
de la aflicción de la mente
que, por desgracia,
recuerda
y recuerda todo.

Hay que darse cuenta
de lo curioso que es
que la memoria se hace más viva
en ausencia que en presencia.

Este es mi regalo
este es todo el daño que causo,
no a miles, mi amor,
solo a ti.

Venganza, amor mío...
porque es lo que haces conmigo
continuamente.

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