Quezaltepeque

Eres noche
para el azahar de mi alma
mi terruñito de caña
mi pascua de montaña.

Abiertas tienes
todas tus ventanas
y lloras cuando me alejo
de tus caminos adoquinados.

Un arrullo de frio
te pinta orejas
de conejos en enero,
de flores de febrero.

Hueles a madrugada.

A todos tus hombres honrados
les besa el sol la frente
y la tierra abraza sus pies
cuando sostienen el arado.

Y por el mercado
caminan llenas de gracia,
de fuerza y ánimo
tus mujeres
porque se les enseña
a amar el tiste
y a endulzar la vida.

Eres canción de cuna,
iluminada.
Quien entra por tus caminos
sale enamorado,
aspirando vida,
incubando ideas.

Ninguno se fatiga de verte.

Renuevas tus aires.
Cada día te peinas y preparas
para que tus pobladores
vuelvan a ver con admiración
tus montañas imponentes,
tus ríos abrillantados,
tu gente...

Eres mi pedazo de alma en tierra,
tan pequeñito tu,
tan mío.

Mi peque,
me sigues a todos lados,
volteo y estás
pidiéndome siempre
que vuelva.


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