Amapola

Había una vez,
en un país donde abunda la primavera,
flores hermosas de todo tipo,
que vivían disfrutando de la tierra.

La azul brisa de la mañana les rociaba el encanto
y esperaban con ansias las noches plateadas.

Estas bellas florecitas
suspiraban por las estrellas,
de noche no dormían
pensando en todas ellas.

De cuando en cuando
al momento oportuno
un astro bajaba
y se posaba sobre alguna…
solo entonces
el botón florecía
y por todo el lugar
 su olor esparcía.

Era un espectáculo hermoso,
lleno de magia y deseo.
Era el sueño de cada semilla
que alguna vez brotaba del suelo.

Amapola había brotado
no hacía mucho tiempo,
sus antiguos atuendos había desojado
y ver estrellas era su pasatiempo.

Ella suspiraba
y le parecía curioso
cómo en forma de hada
bajaban las estrellas
y cómo se posaban sobre ellas.

Anhelaba su momento oportuno,
mil sueños pasaban por su mente.
Ya hasta había posado sus ojos
en un astro azul del Oriente.

Así pasaban sus días
y la bellísima amapola
buscaba cada noche
el amor de su alma sola.

Una noche un astro bajó
a lo lejos se oían pasos
pero ninguno los escuchó.

El cielo entero festejaba
la boda de la Rosa
y la Estrella Dorada.

Todos hablaban y no escucharon
cuando unos pasos por el jardín pasaron.

Tijera en mano,
sucio hasta lo ínfimo

Su tosca mano izquierda
y su mirada de asesino
se posaron sobre Amapola.

En dos segundos la arrancaron.

Ella intentó quitar su lindo vestido
de las sucias manos del hombre
pero él era fuerte,
y ella tan débil…

Todos sus sueños plateados
se desvanecieron en un instante.
Ella no entendía,
estaba confundida
sus rosas lágrimas
al suelo caían…

La tijera cortó sus raíces bellas
la rodearon en vidrio frío
y la llevaron de prisa
a la casa de un rico.

Ah presencia deplorable,
ah sucios delirios.
Pensamiento insano.

Las gordas manos
forzaron al botón,
sus negras intenciones
quebraron el cerrojo
y con él,
el alma de amapola.

Tres pétalos cayeron y mil lágrimas tristes.

¿Qué hacer? ¿Qué hacer?
Los gritos no funcionan.
Aquí nadie escucha.
Todos las verdades aprisionan.

Se  tapan los oídos
y reciben en baldes
el dinero deplorable del rico,
dinero mal habido.

Y amapola, acabada,
se desmaya de su silla plateada.
En la negra y oscura noche
se desvela hasta la madrugada.

A lo lejos se oyen los cantos
de alegría de las flores.
Ella está fría y seca
cubierta por basura de colores.

Ay Amapola…
¿quién detendrá
al hombre de tijeras?
¿Quién atacará
el poder del rico?

Ay Amapola…
se pregunta si aún
habrá de venir un astro dorado
a posarse sobre
sus pétalos forzados…


Ay Amapola… Ay amapola.

Comentarios

  1. Saludos Verita... y su amapola... que la ama no por ser pola, sino porque es su amada amapola...

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