...

Ella se sentó nuevamente en la orilla de ese precipicio imponente que se desplegaba debajo de donde solía estar, era una de esas figuras que al verlas te sientes impotente... pero ella lo miraba de una forma distinta... lo miró como a un anciano al que no le temía y en cierta forma se dejaba seducir por ello.

Columpiando sus pies que colgaban de ese vestido rosa (su favorito) que se movía con el viento... sus pequeñas manos se tomaban frágilmente de la orilla, dejando caer pequeñas rocas que siempre eran observadas...

El sonido del río apenas... apenas llegaba a sus oídos cuando estaba en el campo, pero este escenario hacía que su oído se agudizara y lograra escuchar incluso las pequeñas gotas que caían sobre las rocas...

Solía preguntarse con mucha frecuencia, qué se sentiría al caer.

El precipicio era inmenso, ella... tan frágil...

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